conflicto de responsabilidad

Las manos sucias: Por qué tomar decisiones tiene un gusto amargo

En la obra de teatro Las manos sucias, estrenada en París en 1948, el filósofo y escritor francés Jean-Paul Sartre pone en escena el conflicto entre un dirigente revolucionario y su secretario, que tienen visiones opuestas sobre los principios que deben regir la ética política. La acción se desarrolla durante la Segunda Guerra Mundial en un país imaginario llamado Illyrie, ocupado por tropas nazis. Allí, el dirigente revolucionario considera conveniente hacer una alianza con sectores nacionalistas de derecha y monárquicos con el propósito de acortar el conflicto y salvar vidas de aquellos que resisten la ocupación. En cambio el secretario, un joven idealista de 21 años, cree que promover ese acuerdo equivale a traicionar la pureza revolucionaria del partido, que en su opinión debe mantener sus principios por encima de cualquier conveniencia circunstancial.

En uno de los momentos centrales de la obra, el dirigente critica duramente al secretario por poner la pureza de sus principios éticos por encima del buen resultado que él pretende lograr y lo acusa de tener miedo de ensuciarse las manos. Para el dirigente revolucionario, los idealistas como el secretario buscan en realidad pretextos para no hacer nada y quedarse, al mismo tiempo, muy conformes con su conciencia. Él, por el contrario, no teme ensuciarse las manos —esto es, dejar de lado cuando resulte necesario algunos valores— porque sabe por experiencia que las exigencias de la lucha política no son compatibles con una actuación ética impecable.

Del partido revolucionario a la organización capitalista

La obra de Sartre causó innumerables polémicas en los sectores de izquierda, ya que fue interpretada como una justificación del pragmatismo stalinista y, en consecuencia, de los crímenes cometidos por el régimen soviético. Incapaces de aceptar una postura tan descarnada, los partidos comunistas europeos tomaron distancia del autor francés y optaron por una defensa menos filosófica de la Unión Soviética: sostuvieron que no había crímenes hasta que fueron denunciados por el primer ministro Nikita Jruschov en 1956 y los condenaron luego de la denuncia, al tiempo que afirmaban que a partir de entonces ya no habría ni persecución a los opositores ni nuevos crímenes.

A Sartre, que rechazó el Premio Nobel de Literatura en 1964 y murió en 1980, los debates acerca de su obra y sus posturas políticas lo tenían sin cuidado. Era un hombre apasionado, consagrado a la creación y el pensamiento, que indagaba libremente en los temas fundamentales que inquietaban a la sociedad que lo tuvo como uno de sus más destacados protagonistas. Lo que seguramente no previó es que sus dilemas éticos serían retomados años más tarde en un contexto completamente diferente como es el de la toma de decisiones en las organizaciones características de la democracia liberal y capitalista, es decir, en empresas, asociaciones sin fines de lucro y organismos estatales.

Decisiones con gusto amargo

Quien rescató la obra de teatro de Sartre para comprender mejor la toma de decisiones en las organizaciones fue el estadounidense Joseph Badaracco, profesor de Ética en los Negocios de la Universidad de Harvard. Alejado de cualquier práctica revolucionaria, Badaracco advirtió que algunas de las características de la problemática planteada por Sartre se repetían en las organizaciones, donde la ética que se suele aplicar a situaciones simples es de poca utilidad dado que los casos que se presentan con más frecuencia expresan lo que se denomina “conflicto de responsabilidad”.

Así, la toma de decisiones en las organizaciones se da a menudo en circunstancias en las cuales ninguna de las opciones disponibles resulta del todo satisfactoria. Veamos algunos ejemplos:

– Debido a una caída severa en las ganancias, tenemos que decidir entre despedir a trabajadores que costó años capacitar para redimensionar el negocio o asumir cierto riesgo, dado que quizá la empresa no logre recuperarse si continúa con su actual funcionamiento.

– Luego de un buen año, debemos optar entre utilizar lo ganado para aumentar los puntos de venta, habida cuenta de que nuestra presencia en el mercado es todavía insuficiente, o invertir en el desarrollo de nuevos o mejores productos para adelantarnos a la competencia.

– Como consecuencia de la aparición de una nueva tecnología que puede amenazar nuestra manera de hacer las cosas a mediano plazo, se nos presenta la disyuntiva de seguir con nuestra modalidad y preservar inversiones y puestos de trabajo o encarar una reestructuración costosa que quizá no resulte necesaria.

Ante cuestiones como estas, en las cuales todas las opciones tienen siempre alguna consecuencia o riesgo no deseados, Badaracco sostiene, como el dirigente revolucionario de la obra de Sartre, que es necesario “ensuciarse las manos” y aceptar que no es posible un desempeño virtuoso desde todo punto de vista. Antes bien, Badaracco señala que es erróneo buscar en estos casos una respuesta “correcta”. Propone, en cambio, transitar una evaluación donde se ponderen costos y beneficios para llegar a una decisión final que tendrá siempre un gusto amargo.

Dónde poner el límite

La similitud entre el dirigente revolucionario de Sartre y el manager de Badaracco no es, por cierto, completa. Mientras el personaje sartreano carece de límites para tomar decisiones que considere útiles y se permite evaluar opciones que pueden llegar a causar la muerte de otras personas, el manager privado o estatal contemporáneo debe actuar dentro de la normativa legal vigente, que no debería transgredir.

A pesar de esta restricción, la naturaleza de los conflictos que atraviesan las organizaciones lleva en ocasiones a considerar la opción de violar la ley, ya sea por ambición o por considerar esto un mal menor frente a las amenazas en ciernes. Un caso reciente que ilustra este tipo de situación, fue la decisión de Volkswagen de falsear en millones de vehículos los resultados de los controles antipolución. Descubierta la maniobra, el caso provocó la renuncia del presidente de la firma Martin Winterkorn.

Consciente de esta realidad, Badaracco sugiere que el enfoque adecuado cuando se empiezan a considerar opciones cuyas consecuencias legales no están del todo claras es analizar el caso fríamente en primera instancia y poner en juego las emociones a la hora de tomar la decisión final. Involucrarnos de ese modo hará que prestemos especial atención a nuestra íntima convicción cuando advertimos que lo que estamos por hacer “está mal” y nos llevará a indagar en profundidad para explorar opciones que conserven en alguna medida los resultados que queríamos obtener y preserven al mismo tiempo nuestro lugar en el mundo.

Esta apelación a la íntima convicción y a las emociones que hace Badaracco como recurso para evitar caer en conductas reñidas con la ley, nos lleva a indagar en el rol de la intuición en la toma de decisiones. Ese será el tema del próximo post.

Referencias

Jean-Paul Sartre, Les mains sales: Pièce en sept tableaux, París, 1948.

Joseph L. Badaracco, Defining Moments: When Managers Must Choose Between Right and Right, Boston, 1997.

Luis Doncel, “El escándalo de las emisiones acaba con el presidente de Volkswagen”, El País, 23/09/2015, disponible en http://economia.elpais.com/economia/2015/09/23/actualidad/1443020708_834129.html (consulta 03/12/2016).

Joseph L. Badaracco, “When You Feel Pressured to Do the Wrong Thing at Work”, Harvard Business Review, 02/11/2016, disponible en https://hbr.org/2016/11/when-you-feel-pressured-to-do-the-wrong-thing-at-work (consulta 02/12/2016).

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